Ratatouille, garantía Pixar



Para muchos fans de Pixar, después de un puñado de grandes películas llegó la primera decepción. "Cars", aunque técnicamente perfecta, fallaba en lo que había hecho grande a la compañía. La historia era insulsa, los personajes no conectaban con el público de la forma que lo habían conseguido los muñecos de "Toy Story" o la familia de "Los increibles". El argumento era simplón, un coche se pierde en un pueblo de mala muerte y al final ya sabes que se hará amiguitos, se irá y ganará la carrera. Puede que el problema principal es que es complicado simpatizar con coches parlantes.

"Ratatouille" sabe a compensación. En Pixar entendieron desde el principio que el cine de animación no es solo para niños y por extensión, que no todos los niños son tontos. Puede que estemos ante la película menos infantil de la compañia, aunque salgan ratones que hablan y el argumento se mueve constantemente en lo irreal. La realición entre Remy y Linguini, su forma de comunicarse, es simplemente soberbia. Con indudables referencias al cine mudo y a la comedia clásica, el primer encuentro de los dos protagonistas (con el chico dispuesto a tirar al ratón al rio) supone una serie de gags sublimes, una narración agil y una historia que sabe moverse por el terreno que pisa. Todas las escenas en las que el ratón "mueve" a Linguini son cine en estado puro.

También es de agradecer que dentro de ese terreno surrealista se observen diferentes reacciones. El malo intenta acabar con el bueno, como siempre, pero los secundarios humanos tienen una reacción lógica (salvo la chica, puede que la parte más debil de la función). En cuanto al apartado técnico, otro paso adelante. Los edificios, los vehículos, el pelo de las ratas...sobresaliente.

Las voces en castellano bastante correctas, en la línea Pixar. Nada de famosillos de medio pelo. Esperaremos al DVD para verla en V.O.

Ratatouille es una de las mejores películas de lo que llevamos de año. Una comedia infinitamente superior a todas las que se han estrenado con personajes de carne y hueso, incapaces de lograr acercarse a los momentos de gran cine que logran Brad Bird y su equipo.

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